viernes, 18 de septiembre de 2015

Perder partidos. Ganar finales.

"Las finales no se juegan, se ganan." Luis Aragonés


En mis tiempos mozos le dediqué muchas horas al noble arte del balompié. Algunas jugando (bueno, más calentando banquillo que jugando para que vamos a negarlo) y otras, mucho más interesantes, entrenando equipos de chavales. No os voy a aburrir con historias del abuelo cebolleta. Pero quería reflexionar sobre una cosa y a ver que os parece.

105 metros. Esa es la longitud habitual de un campo de futbol profesional. Y dentro de ese campo la longitud del área grande (la zona donde el portero puede coger el balón con la mano) es de 16,5 metros. Si uno hace una regla de tres se da cuenta que el área equivale aproximadamente a un quince por ciento de la longitud total del campo.

Hay equipos que parecen muy buenos. Hay equipos que controlan muy bien el partido, que se pasan el balón perfectamente en un espacio de 88 metros. Toque adelante. Toque atrás. Marcaje al hombre. En zona. Doble pivote. Carrileros. Pero que cuando llegan a esos últimos metros se desinflan. No saben que hacer con el balón. Les falta tener claro cual es el objetivo del futbol. Como decía Cruyff, basta con meter un gol más que el contrario.

Así es un campo de futbol. Una división inexacta entre dos mitades. Una representa el 85 % del terreno. La otra representa "solamente" el 15 %. Según las matemáticas el 85% es mucho más que el 15 %. Pero el fútbol no comparte esa estadística. El penalty que falló Djukic con el Depor. El gol de Ramos en Lisboa. El fallo de Salinas contra Italia. El gol de Iniesta. Ese 15 % del campo es el que marca las diferencias en el fútbol. Lo mismo pasa en la fisioterapia.

Van diciendo los estudios que los efectos específicos de las terapias manuales representan aproximadamente en torno a un 15 % del resultado final. Y que el resto, el 85 %, tiene más que ver con los efectos inespecíficos. Escuchando esa música van frotándose las manos algunos (intrusos, extrusos, y no solo, espero que les guste el tono de esta entrada) diciendo que al final ese 85 % es mucho más importante que el 15%. Que da igual lo que hagas con tus manos porque su incidencia será tan pequeña en relación a todo lo demás que rodea el tratamiento que será irrelevante. Si pensáis eso no habéis jugado al futbol en vuestra puta vida.

Hay quien dice que se pueden ganar partidos (o curar pacientes) en ese 85 %, que la posesión y el control del partido sirven justo para eso. Y a veces ganan partidos, es cierto. A veces tanto va el cantaro a la fuente que al final se gana el partido (evolución natural de la enfermedad), o pasa que con un rebote el balón acaba entrando en la portería (regresión a la media), o que a veces un empate sobra (aceptación por parte del paciente y del terapeuta del estado de salud, disminución de la ansiedad como mediador del cuadro clínico). Pero la verdad es que los partidos, los campeonatos, las finales, se ganan en esos últimos 15 metros. Hay que ser muy buenos en esos últimos quince metros. Hay que ser muy buenos en la fisioterapia. Hay que marcar las diferencias con un 15 %.

¿Quiere decir eso que el 85 % (los efectos inespecíficos) no es importante? No, al contrario. Ahí es donde los partidos se pierden, en un balón perdido (expectativas defraudadas), en un contraataque que nos pasa desapercibido (mala recogida de información), en un marcaje mal hecho (relación terapeuta paciente mal dirigida). No podemos perder ahí nuestros partidos. Tenemos que estar atentos, muy atentos a cómo jugamos en ese espacio tan grande y a veces tan desconocido. No podemos confiar solo en tener un delantero grandullón para que lo haga todo. Esos 85 metros tenemos que dominarlos, que conocerlos, que utilizarlos para llevar el partido a esos 15 metros finales donde podemos (y debemos) marcar la diferencia. No podemos esperar que nuestra habilidad manual y nuestro razonamiento clínico ganen todos los partidos si no cuidamos los miedos, las creencias, las expectativas, los objetivos del paciente. Si no recogemos la información de una manera correcta. Si no cuidamos la relación terapeutica. En definitiva, si no sabemos leer bien el partido. Pero tampoco podemos esperar ganar una final desde el centro del campo, controlando, adornando con pases bonitos y hacia atrás (tantos discursos vacíos, a qué huelen las nubes) esperando que el tiempo corra y el árbitro pite. Al final, aunque sea en la prórroga hay que meterse en esa zona donde se hace la diferencia. Donde los buenos hacen la diferencia.  Y hacer algo muy fácil. O muy difícil. En el fondo es solo darle una patada a un balón. Como Iniesta. Igual que Iniesta.



Muchas gracias y buena lectura