viernes, 19 de octubre de 2018

Casandra y la vacuna de la gripe.

Está llegando el final de octubre. Winter is coming. La gota fría, las castañas, Halloween y Los Santos. Y la gripe. Y la vacuna de la gripe. Y con la vacuna de la gripe llegan las opiniones. Que si es una tontería. Que si no protege. Que si yo me la pongo y me constipo de todas las maneras. Y de ahí vamos subiendo. Que las vacunas no funcionan. Que causan enfermedades. Y seguimos para bingo. Que si las farmacéuticas son malas. Que si tienen bajo control a los gobiernos... Lo de todos los años. Que cansancio.

Pero yo hoy no he venido aquí a hablar de la vacuna de la gripe. He venido a hablar de la Guerra de Troya. La Guerra de Troya es uno de mis episodios míticos preferidos. Más o menos a la altura de Star Wars y de la trilogía de Batman de Christopher Nolan. En la Guerra de Troya hay tantos héroes, tantos episodios, tantos puntos de vista, que uno siempre puede escoger algo que le represente, una bandera a la que animar, alguien con quien identificarse.  Los hay que "tifan" Ulises, el astuto, otros por Aquiles, el de los pies ligeros, y Penélope (la resiliente, yo se porqué lo digo) siempre da que hablar... Yo en Troya elegí mal, todos mis personajes preferidos están (OJO SPOILER) en el bando que pierde (no digáis que no os había avisado). Héctor. Paris. Y Casandra. Sobre todo Casandra.


Casandra tenía el don de la profecía según los griegos. Don entregado por Apolo a cambio de poder desposarla. Pero se ve que Casandra le hizo una cobra homérica al buen dios, y este, como castigo, la condenó a que nadie creyera nunca sus profecías... cuentan los clásicos que ella predijo que aquello del caballo de madera era una trampa... (y no digo más que no quiero seguir destripando la historia). Yo creo que Casandra era lista. Probablemente lista tirando a muy lista. Y más que ver el futuro lo que hacía era entender el presente y a partir de ahí, hacer predicciones bastante acertadas sobre lo que estaba a punto de pasar (lo mismo que vienen haciendo los listos y las listas, ahora, aquí, en Grecia y hace tres mil años). El problema es que los griegos no debían llevar muy bien lo de hacer caso a las mujeres y lo del castigo divino quedaba niquelado para justificar el pasotismo... (aquí... ahora... en fin).

Cuando llega el final de octubre, y oigo hablar de vacunas, me viene a la cabeza una de las muchas Casandras de estos tiempos, Lucía Galán, incansable en su lucha por explicar como funcionan las vacunas (sigue habiendo gente que piensa que el caballo de madera es solo un regalo. Lucía, si me lees, me encanta lo del reto animando a algunos a que te acompañen a Níger sin vacunas... venga, que vayan pasando). Y como ella, muchas más, en cualquier rama del conocimiento, mujeres que con pasión, con conocimiento, con atrevimiento, no dejan de "adivinarnos" el futuro. Y en el fondo vamos como los griegos, haciéndolas poco caso, poniendo dificultades a reconocer sus méritos, haciendo paneles de expertos, congresos, jornadas en las que siendo la mitad del mundo, siguen siendo minoría. 

Que pena que siga habiendo más Ayax que Casandras. Que pena que siga habiendo gente que piensa que las vacunas no funcionan.

Muchas gracias y buena lectura.

martes, 9 de octubre de 2018

Teoría y Práctica #PracticumFisioterapia

Hoy voy a hablar como estudiante. Pero también como docente. Este próximo jueves se celebra la Jornada sobre el Practicum en Fisioterapia, organizada por los buenos compañeros de @fisioeducación y el @cfisiomad. No voy a poder estar por motivos familiares y lo siento, porque me parece un aspecto primordial en la formación... y justamente de eso, de formación, de prácticas y de fisioterapia, quiero hablar un poco.

Este año he matriculado, por fin, diréis algunos, mi primera asignatura de cuarto de Psicología. El otro día empecé a leer el libro. Es la PRIMERA vez en cuatro años (bueno, para mi este va a ser el séptimo, vale) que se nos comenta cómo hacer un tratamiento. Cuarto año. Primera vez. Ya he hablado alguna vez en este blog de mi primera paciente de prácticas, Esther.... primer día de segundo de carrera... en fin... El caso es que leer sobre tratamiento en Psicología me ha hecho pensar sobre la formación que tenemos en Fisioterapia. En la mayoría de los casos las prácticas en nuestros grados empiezan el segundo año. Y la pregunta se cae por su propio peso, ¿qué sabe un alumno de segundo? Pues más bien poco, no vamos a contar mentiras. Vale, vamos a ver las diferencias. Psicología ha tenido que "encogerse" para pasar de 5 años a 4, mientras que Fisioterapia se ha "estirado" desde los 3. Más diferencias. A día de hoy, para ejercer como Psicólogo Clinico, si acabas la carrera hoy, es necesario un Master profesional. Con Fisioterapia esto no pasa. Y ya estos dos factores explican muchas de las diferencias en la formación.

En Fisioterapia, en muchos momentos de la carrera hablamos a los alumnos de cosas que todavía no han visto, y esto dificulta su aprendizaje. A mí, hace ya años, me enseñaron a hacer Cyriax en un ligamento antes de que supiera qué es un ligamento. Ahora se les enseña a los alumnos a hacer preguntas para descartar Banderas Rojas cuando todavía no han visto muchas de las patologías que se engloban dentro de esa palabra. Y en otras ocasiones se les adiestra para prescribir tal o cual ejercicio que ayuda dar un input correcto para la regeneración del tejido sin que hayan acabado de ver las fases de regeneración del tejido. En Psicología llevo tres años leyendo de marcos teóricos, de patologías, de estadística, de características personales, de evaluación, y sólo ahora, después de toda la base, parece que hablamos de tratamientos. 

Julio Mayol, una personalidad disruptiva (creo que es la primera vez que utilizo esta palabra en el blog, me falta colocar  disonancia y resiliencia y ya tengo actualizado el vocabulario) suelta de vez en cuando si no sería mejor hacer las carreras más cortas. No seré yo el que diga eso para la fisioterapia. Pero quizás si que es necesario darle una vuelta. El grado ya tiene la suficiente historia acumulada para ver cuales han sido sus puntos fuertes y cuales sus puntos débiles. Seguimos teniendo una formación universitaria preferentemente técnica, pero parece un sentir general que no somos profesionales técnicos, así que nos encontramos ante una disonancia (hala, ya la he colado) importante. Sospecho que un evento como el del jueves puede ser un buen momento para empezar a reducirla.


También es verdad, que siempre en Twitter (que aunque no es lo que era, sigue teniendo cosas buenas si uno sabe donde pararse a leer) hace unas dos semanas, a raíz de un tuit del doctor Ángel López se hablaba de cómo el contacto con el paciente desde el primer momento (Primero de carrera, en este caso medicina) daba al  estudiante una perspectiva diferente. No tanto para poner en práctica conocimientos (que no tienen) sino para adquirir una experiencia que modificará su manera de adquirir conocimientos. No podemos pensar que el alumno de primero sea una tábula rasa, es cierto que trae ya sus expectativas, sus creencias. Pero en ese momento son todavía las suyas, no las que los profesores hemos querido/sabido/podido transmitirles. Decidir cuándo y por qué se hace lo que se hace y estar dispuestos a modificar las cosas, o a dejarlas igual después de haber razonado tiene que ser parte de nuestra contribución a la profesión.

Enhorabuena a mis compañeros de @Fisioeducación por la iniciativa. Espero que sea la primera de muchas.

Muchas gracias y buena lectura.

P.S. de la Resiliencia ya hablaré en otra ocasión :)

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Los buenos

Mediados de los ochenta. Salón tipo el de los Alcántara. Un niño y su abuelo ven juntos el "furgol" en la tele.

- "Abuelo, ¿usted con quién va?"
-"¿Yo? Con los buenos."

El niño, 6, quizás 7 años, se queda callado un momento.

- "Abuelo, ¿y quienes son los buenos?"

- "Los que ganan, alhaja"

sábado, 25 de agosto de 2018

¿Por qué ahora? ¿Por qué este proyecto?

Clínica. Docencia. Investigación. Gestión. Gestión.

Los 4 pilares sobre los que se mantiene la profesionalidad de las profesiones sanitarias. Bien. Yo nací en una Fisioterapia del siglo pasado. Una Fisioterapia clínica. Una Fisioterapia técnica. Una Fisioterapia con apellidos. Sí, también había docentes, pero no había en Madrid 14 Universidades ofreciendo Fisioterapia. Y en las que había no todas las asignaturas de Fisioterapia las daban Fisioterapeutas. ¿Y la Investigación? Cuatro friquis a los que no hacía(mos) caso nadie. Lo que hubo siempre fueron fisioterapeutas de moqueta. Fisioterapeutas a los que hemos visto más horas de traje y en reuniones que viendo a pacientes,  investigando o dando clases. La mayoría de los que yo conocí en aquella época son los mismos que seguimos viendo hoy en la foto, con más canas, algunos sin pelo, otros con el pelo más largo, pero siempre los mismos haciendo las mismas políticas. Algunos más visibles, otros manejando los hilos un paso por detrás.

No soy el único que piensa que la gestión de nuestra profesión en nuestra comunidad en estos veinte años no ha sido todo lo buena, ni todo lo transparente, que debería. Llevamos oyendo veinte años que la Fisioterapia es una profesión joven, que es un gigante que se tiene que despertar. Y es cierto. Pero no creo que para despertarla, para guiarla en esta madurez que a todos nos ilusiona, las personas más adecuadas sean las mismas que nos han traído hasta aquí. Dicen que Albert Einstein decía que la locura es continuar haciendo las mismas cosas una y otra vez y esperar resultados diferentes. Yo quiero resultados diferentes. Yo quiero un cambio

Cuando me propusieron formar parte de un proyecto de candidatura para las elecciones al Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid quise pararme a reflexionar. El pilar no es la política, no. El pilar que falta es la Gestión. No quería algo que fuese dejar las cosas como estaban. Quería formar parte de un proyecto en lo que importase fuese el equipo. No quería un grupo de políticos. Quería un equipo de gestores. No quería participar en un programa populista, en el que prometen muchas cosas que cuestan mucho dinero y que no se pueden realizar. Quería participar en un proyecto con un programa, realista y que pudiese llevarse a cabo, sin brindis al sol. Quería un equipo para el que la piedra angular fuesen los colegiados. Todos los colegiados. Ahí está el verdadero cambio. Un equipo para una Fisioterapia sin apellidos, una Fisioterapia de los fisioterapeutas.

Bien. Ya conozco ese equipo. Ya conozco ese proyecto. Y soy parte de él. ¿Te apuntas?

Luis Torija López
Colegiado nº 1394

lunes, 9 de julio de 2018

Los dos hombres más importantes de mi vida.

Marcelo y Tristán. No se me ocurre una manera mejor de resumir (y de autofelicitarme) los cuarenta años que hoy cumplo que hacerlo citando para ello a los dos hombres más importantes de mi vida y que por diversos motivos no van a poder felicitarme hoy. Marcelo y Tristán. Alfa y Omega. Los cuarenta que se van y los cuarenta (espero) que llegan. 

Marcelo fue el primero. Estaba allí el día que nací. Bueno, no. Era de una época en que la mayoría de los hombres no estaban en las maternidades. Cuentan las crónicas que cuando le dijeron que su mujer había tenido un hijo varón saltó hasta casi darse con el techo (él, con su metro sesenta escaso.... claro, que las crónicas son las de dos hermanas que por aquel entonces no llegaban a los ocho años.... vamos, que se alegró mucho). Resumir mis cuarenta años en boca de mi padre no sería un trabajo fácil. Entre sus grandes habilidades no puedo recordar que estuviese la de ser un gran contador de historias. Pero tuvo siempre otras cosas. Para empezar, un trabajador incansable. Una ética del trabajo que me gustaría de alguna manera decir que llevo dentro. Recuerdo algunos sábados de mi infancia acompañándole al almacén de recambios donde trabajaba.... me sorprendía la facilidad con la que todo el almacén estaba en su cabeza, números de referencias que empezaban todas igual, 7700, que parecían todas iguales, se materializaban como piezas diferentes exactamente en el pasillo, en la estantería, en la caja en la que él iba a buscarlas. Estos días, viendo el vídeo de esa hija que se presenta en la obra de su padre para honrarle y agradecerle su título universitario, se me humedecen los ojos. Mi padre (y por supuesto mi madre, claro) hizo todos los esfuerzos para que sus hijos tuviesen los estudios que ellos no habían podido tener. Y nos lo supieron transmitir tan bien que no hemos sabido dejar de estudiar. 

He dicho que entre los dones de mi padre no estaba el de contador de historias. Pero entre los muchos recuerdos que me quedan de él hay uno imperecedero. "¿Quieres que te diga unas palabritas?" Era su frase mágica el día antes de empezar el curso, incluso antes de empezar un trabajo. Las mismas frases todos los años. Respeta a tus compañeros. Respeta a tu profesor (o a tu jefe). Sé puntual. Lleva todas tus cosas en orden. Estudia (o trabaja) duro. Se limpio. Se amable. No le quites nada a nadie, si te falta dímelo, que lo compramos... todos los años lo mismo... escucharlo durante la infancia, durante la adolescencia (es decir, sin escucharlo), durante la primera juventud... pues el caso es que al final se te queda. No se si sería porque lo decía. Creo seguramente porque él lo hacía. Ahora lo llaman ética del trabajo. O ser la mejor versión de ti mismo. Para mí, como para mis hermanas eran solo unas palabritas. Gracias.

Me llamo Torija, Marcelo Torija


Tristán no ha conocido a Marcelo y lo siento mucho por los dos. Él acaba de llegar, con sus diez meses, con su energía increíble, con sus ganas de descubrir el mundo, como si tuviese prisa por llegar. Con él se cierra el capítulo de mi paternidad. De él puedo contar poco. Estuve allí el día que nació. Rubio. Ojos azules. Los que me conocéis os habréis dado cuenta, exactamente igual que yo. Lo que importa de Tristán (y de Elisa, también de Elisa) es que me ponen de nuevo delante de Marcelo. Intentar ser la mejor versión de mi mismo para ellos. No se si pasaré con vosotros todo el tiempo que necesitaréis. No se si sabré enseñaros todo lo que os hará falta. Se que os miro y pienso que quiero hacer las cosas lo mejor posible. Y que a veces no se. Entonces pienso (y aquí es cuando más lo hecho de menos) que palabritas tendría mi padre para su hijo. Qué consejos me daría su paternidad. Y entonces,  solo entonces, me doy cuenta de que los errores que pudiese haber cometido son nimiedades en comparación con los aciertos que tuvo. Espero que dentro de cuarenta años Tristán me pueda juzgar con la misma benevolencia. Por ahora espero que siga destrozando torres, jugando y riendo.

¿Qué referencia será esta rueda?

Muchas gracias por felicitarme.

P.S: Otra de las "palabritas" de mi padre, esto ya un poco más de mayor. "Si alguna vez vas a tomar algo con tus amigos y los demás han pagado una ronda, no te vayas sin dejar pagada una". Luego, estudiando Psicología, descubrí que tacaño y pesetero eran palabras despectivas en cualquier idioma. Pues eso, tuve la suerte de un padre que supo enseñarme todas esas cosas.

viernes, 22 de junio de 2018

Fisioterapia. Forever young. O no.

"Los cuarenta son los nuevos treinta"
Sí, nací en el 78. Y como yo muchos de mis amigos. Así que llevo escuchando la frasecita de arriba varios meses. Y lo que queda. Aunque la verdad es que no me pilla de nuevas. Hace diez años la frase era que los treinta eran los nuevos veinte, y me juego los dedos chicos de la mano a que dentro de diez me dirán que los cincuenta (¿cincuenta? eso tiene que ser un error) son los nuevos treinta.

Lo que queda claro con tanta frase es que envejecer no nos mola. Ni a las personas, ni a la fisioterapia, por lo que parece según la última entrevista al presidente de la Asociación Española de Fisioterapeutas (AEF),  (de los nacidos en el 78 la única que parece que envejece según nos cuentan todos los días es la Constitución). Dice, y cito textualmente: "Somos una profesión joven, y con mucha proyección y logros por alcanzar". Y me parece una verdad a medias, o una media mentira. Vamos a echar cuentas. En enero de 2019 la Asociación que preside cumple cincuenta (no, esto no es un error) años. O sea, que para empezar la profesión tiene al menos medio siglo. Pero vámonos más lejos. La World Confederation for Physical Therapy (WCPT), de la cual la AEF es la representante española cumplió en 2016 los sesenta y cinco años (sí, más adelante diremos aquello de que los sesenta y cinco son los nuevos cincuenta). ¿Más? La American Physical Therapy Association (APTA) cumple el año que viene noventa y cinco años y la Chartered Society of Physiotherapy es una jovenzuela de ciento veinticuatro años. (Por cierto, las últimas dos fundadas por mujeres, ahí lo dejo). ¿Vamos a seguir diciendo que la Fisioterapia es una profesión joven?

Pues sí, lo seguimos diciendo. Junio de 2018.

Recuerdo perfectamente el primer día que escuché esa frase. Alcalá de Henares. 27 de septiembre de 1996. Tomás Gallego nos decía aquello y yo y otros sesenta compañeros nos lo creíamos. Nosotros éramos jóvenes. Pero responsables de la profesión y otros que han estado en puestos de responsabilidad mucho tiempo nos siguen repitiendo el mismo mantra y quieren que nos lo sigamos creyendo.  Sí, tenemos mucha proyección, muchos desafíos por delante. Pero seguir repitiendo que somos jóvenes es solamente un modo de justificar el porqué muchos logros no los hemos alcanzado, o no los hemos desarrollado todavía (acceso directo, representación real en órganos directivos, imagen reconocida en la sociedad...).

No. Ya no me lo creo. La fisioterapia no es una profesión joven. Es una profesión madura. Es una profesión con un crecimiento científico internacional en los últimos treinta años increíble. Con una implantación capilar en este país impresionante (en cada pueblo hay una rotonda y un fisioterapeuta, y en cada capital de provincia un aeropuerto y una facultad de fisioterapia). Con un número de doctores y de profesionales que crece cada año. Excusarnos con su juventud es quitarnos responsabilidad por las oportunidades perdidas, por los errores pasados y presentes. Es faltar a la verdad y al compromiso con las nuevas generaciones. Hacernos pasar por jóvenes es no aceptar la madurez que hemos alcanzado, y las obligaciones que esa madurez conlleva. No. Yo no quiero una profesión eternamente joven, un gigante dormido (otra de esas frases que nos persiguen, o nos despertamos nosotros, o nadie nos va a esperar) que todavía tiene que despertar. Yo quiero una profesión transformadora, madura, asentada, con una historia rica, con grandes objetivos por delante y con proyección infinita.

Muchas gracias y buena lectura.

martes, 19 de junio de 2018

Evaluación. Clínica. Objetiva. Estructurada.

Los que me conocen o que me leen por aquí saben que soy poco sospechoso de hacerle publicidad a la Universidad en la que trabajo. Me gusta pensar que soy independiente, al menos lo suficiente para poder decirle las cosas que no se hacen bien, las que no me gustan. Por eso, hace ya unos años renuncié a alojar este blog dentro de sus recursos. Para poder tener las manos libres para escribir acerca de lo que me diese la gana.

Pues hoy me da la gana de hablar de la ECOE de Fisioterapia de la UE. Porque a lo largo del último año he estado trabajando en dos proyectos ilusionantes, que se han llevado parte de las horas de mis peques y de mis horas de ocio, dos proyectos relacionados con la fisioterapia, con la fisioterapia que ilusiona, la de hacer las cosas bien, la de hacer que la fisioterapia sea cada día un poco mejor. Del otro proyecto todavía es pronto para hablar (tendré que esperar a finales de agosto), así que hoy dejadme que os hable de la ECOE.

¿Qué coño es eso de ECOE? Esa fue exactamente la misma pregunta que me hice yo cuando nos lo comentaron en la Universidad. ECOE. Evaluación Clínica Objetiva y Estructurada. Soy sincero, pasar de la sigla al nombre ni me dijo ni me ilusionó mucho. En mi universidad, (como supongo que en muchos otros trabajos), que dirección de área, o de departamento, o coordinación, llegue diciendo que hay un proyecto nuevo, traducido al idioma de los que estamos al final de la línea quiere decir que hay que hacer más trabajo. Pero empezamos. Y la conocí. Y me cautivó.

Imaginaos que pudiésemos comprobar si esos conocimientos que hemos estado intentando transmitir a lo largo de cuatro años a los estudiantes se acoplan bien con todas esas competencias transversales que el marco de Bolonia nos propone y que hemos incluido en los planes de estudio. Y que además lo pudiésemos medir en un contexto clínico. Con pacientes (maniquíes, pero sobre todo actores, maravillosos, increíble lo bien que trabajan, una y otra vez las mismas respuestas) a los que podemos testar una y otra vez porque no les vamos a aumentar los síntomas. Y que esa valoración no dependa de lo bien que me caiga el alumno, del feeling que tenga con el tutor de prácticas o de lo cansado que esté yo al corregirlo. Que yo, profesor, sepa en cada momento qué estoy evaluando, pero que tú, alumno, seas ciego a la evaluación. Evaluación. Clínica. Objetiva. Estructurada. Y ahora las palabras empiezan a tener un sentido. Y me gustan.



Pues ya la hemos hecho. Y más allá de las notas, que todavía no son oficiales, me quedo con dos resultados. Los alumnos, encantados (pensad cuantas veces a lo largo de la carrera os habéis divertido haciendo un examen de dos horas y media), nos dicen que este examen les va a ayudar a ser mejores profesionales. Los profesionales (unos valientes, me hubiera encantado estar en vuestro lugar, evaluarme, medirme, conocer mis errores) que participaron en el simulacro y que luego nos acompañaron, convertidos en evaluadores en la evaluación real, más encantados todavía. ¿Es un instrumento perfecto? No, como todos es mejorable. Necesitará que estudiemos qué ha funcionado, qué es lo que hay que cambiar. Necesitará que le hagamos cambios (más trabajo, ahora me pesará menos). Y entonces, ¿por qué me emociona y me ilusiona tanto? Porque abre las puertas. Como docente. No formamos (o no deberíamos formar) alumnos que aprueben exámenes, sino que sepan tratar con personas, no solo que sepan, sino que sepan hacer. Y solamente si podemos medir objetivamente dónde fallan ellos sabremos objetivamente donde estamos fallando nosotros. Y el mejor modo de hacerles mejores a ellos es mejorando nosotros. Como clínico, como fisioterapeuta, me gusta pensar que estamos importando para la fisioterapia española algo que la puede hacer mejor, algo que otros países o que otras profesiones ya tienen instaurado, bien en la universidad bien en el desarrollo profesional Algo que nos puede hacer mejores a los profesionales. Y si lo ha hecho la Universidad en la que trabajo, y lo ha hecho bien, pues hay que decirlo.

Muchas gracias y buena lectura.